Vivimos inmersos en una sociedad acelerada, en la que el hacer constante, las exigencias y la falta de pausa se han convertido en el pan de cada día. Muchas veces, me encuentro acompañando a personas que sienten que su mente no para, que el cuerpo les habla a través de tensiones, insomnio o esa sensación constante de inquietud interior. ¿Te suena?
Yo también he pasado por ahí. Y fue el yoga el que me ayudó a empezar a respirar de verdad. A parar. A volver al cuerpo y reconectar con lo esencial. Por eso hoy quiero contarte, desde mi experiencia personal como coach y profesora de yoga, cómo esta práctica puede ayudarte a calmar la ansiedad y el estrés.
¿Por qué el yoga es eficaz contra la ansiedad y el estrés?
El impacto directo sobre el sistema nervioso
Uno de los grandes beneficios que he experimentado y que he observado en muchas de las personas que acompaño es cómo el yoga actúa directamente sobre el sistema nervioso. Cuando vivimos desde la tensión, el estrés o la prisa constante, estamos casi siempre en modo supervivencia. El cuerpo y la mente no distinguen entre un peligro real y una agenda saturada. El yoga, desde la respiración y la presencia, nos enseña a salir de ese estado de alerta.
Al movernos despacio, al conectar con la respiración y al enfocar la mente en el momento presente, enviamos una señal de calma a todo el organismo. Esa pausa es profundamente terapéutica. Y lo mejor es que cuanto más lo practicas, más natural se vuelve.
El valor de crear un espacio para ti
Otro aspecto clave es que el yoga no es solo una práctica física o una técnica de relajación. Es un acto de autocuidado, de escucha, de respeto hacia ti misma. Es darte permiso para parar, aunque sea por 10 minutos. Para mí, esto fue transformador. Y también lo es para muchas personas que me escriben diciendo: «es la primera vez en el día que me escucho».
Volver a ti, una y otra vez, desde la esterilla, es una forma de sanar. De recuperar tu poder. De recordarte que puedes elegir cómo quieres vivir cada momento. Esa es la verdadera eficacia del yoga frente al estrés: que te devuelve a ti.
El yoga es mucho más que una serie de posturas. Es una forma de volver a ti, de escucharte y de regular lo que ocurre dentro. Cada vez que desplegamos la esterilla y conectamos con la respiración, estamos enviando un mensaje claro a nuestro sistema nervioso: «estoy a salvo».
Cuando vivimos en modo automático, bajo presión o sintiendo que no llegamos a todo, nuestro sistema simpático está en alerta constante. Es ahí donde el yoga actúa: activa el sistema nervioso parasimpático, responsable de la relajación, la digestión, el descanso.
Desde mi experiencia, he visto cómo incluso personas que nunca habían hecho yoga sentían alivio real tras una sesión suave. Porque el cuerpo recuerda lo que es la calma cuando se lo permitimos.
Beneficios emocionales que he visto una y otra vez
Dormir mejor, descansar de verdad
Una de las frases que más escucho después de una clase es: «¡He dormido como hacía meses que no dormía!». El yoga ayuda a reducir el cortisol y favorece un sueño más profundo. Algo tan simple como estirarse lentamente antes de dormir, respirar conscientemente y relajar el cuerpo puede cambiar por completo tu descanso.
Más claridad mental y menos bucles
Cuando aprendemos a parar y a observar, nuestra mente también aprende a dejar de correr. El yoga te enseña a no identificarte con cada pensamiento, a crear espacio interior, a mirar tus emociones con otra luz. Muchas personas con ansiedad encuentran en esta práctica una forma de romper bucles mentales y recuperar el foco.
Sentirte en casa dentro de ti
Quizá uno de los beneficios más bonitos que he vivido y observado: volver a sentirte cómoda en tu cuerpo, sin juicio, sin exigencias. El yoga te ayuda a dejar de luchar contigo y a cultivar una relación más amable, más compasiva, más verdadera.
Técnicas que recomiendo para calmar cuerpo y mente
A lo largo de los años, he podido comprobar cómo técnicas muy sencillas pueden generar un cambio profundo cuando se aplican con regularidad. Aquí te comparto algunas que personalmente practico y enseño, porque sé que funcionan y que puedes empezar a integrarlas desde hoy mismo.
Asanas restaurativas y conscientes
No necesitas ser flexible ni hacer equilibrios imposibles. Las posturas más sencillas pueden ser las más poderosas si las haces desde la presencia. Algunas de mis favoritas para calmar el sistema nervioso: balasana (niño), viparita karani (piernas en la pared), torsión, Supta Baddha Konasana y savasana. A veces, menos es más.
Estas posturas te ayudan a soltar la tensión acumulada en el cuerpo, relajar el sistema nervioso y entrar en un estado de tranquilidad que muchas veces no logramos ni durmiendo. Recuerda: no se trata de llegar más lejos, sino de escucharte más profundo.
Respirar con intención (pranayama)
Uno de los mayores descubrimientos en mi camino fue aprender a respirar de forma consciente. La respiración alterna “Anuloma Viloma”, Kapalabhati, la respiración abdominal y Respiración completa entre otras, son ejercicios que enseño a menudo. Te devuelven al presente, a ti, a tu calma.
La respiración es el puente entre lo que piensas y lo que sientes. Si controlas tu respiración, empiezas a regular tu estado interno. Incluso unos pocos minutos al día pueden ayudarte a cambiar tu energía.
Integrar mindfulness en la práctica
El yoga y el mindfulness se abrazan. No se trata solo de moverse, sino de estar. De escuchar. Si quieres empezar poco a poco, te recomiendo leer el artículo «Cómo incorporar mindfulness en tu rutina diaria» donde comparto más ideas.
Practicar yoga con mindfulness significa no juzgar, no forzar, no anticiparte. Estás presente con lo que hay, tal y como es. Y eso es profundamente liberador.
Crear tu propio ritual de calma
Muchas personas me preguntan si con una sesión semanal basta. Y siempre les respondo lo mismo: lo importante es la constancia, no la duración. Puedes crear tu propio ritual de calma: cinco minutos de respiración al despertar, una postura restaurativa al final del día, o una meditación corta antes de dormir.
No necesitas un estudio de yoga, ni una esterilla perfecta. Solo necesitas el deseo de cuidarte y el compromiso de escucharte. Y yo estoy aquí para ayudarte a crear ese espacio si lo necesitas.
¿Qué estilo de yoga te puede ayudar más?
A la hora de elegir un tipo de yoga que se adapte a tus necesidades emocionales, es importante que te escuches. No todos los días tenemos la misma energía, y no todos los cuerpos responden igual. Por eso, en mis sesiones y acompañamientos, siempre animo a probar y observar cómo te sientes con cada práctica.
Hatha Yoga: el equilibrio entre cuerpo y mente
Este estilo es ideal si buscas una práctica pausada, con espacio para respirar, sentir y trabajar desde la conciencia corporal. Se centra en la alineación, la respiración y la permanencia en las posturas. Es una forma de volver a lo básico y reconectar contigo misma desde la calma. Lo recomiendo muchísimo para personas con estrés acumulado o ansiedad de base. Puedes saber más aquí: «Yoga para principiantes».
Yin Yoga y Restaurativo: el arte de soltar sin esfuerzo
Aquí el foco está en dejarte sostener por la postura. Permanecer varios minutos, en quietud, dejando que el cuerpo suelte capas y capas de tensión. Es ideal si estás pasando por un momento de agotamiento físico o emocional. Son prácticas que nos invitan a rendirnos de forma segura y a confiar en que el descanso también es una forma de sanar. La mayoría de personas que lo prueban repiten: «no sabía cuánto necesitaba parar hasta que paré».
Vinyasa: si necesitas liberar energía con atención
Algunas personas con ansiedad necesitan primero liberar tensión a través del movimiento antes de poder parar. En ese caso, estilos más dinámicos como el vinyasa pueden ayudar, siempre que estén guiados con atención plena. Vinyasa permite fluir con la respiración, moverte con gracia y a la vez conectar con tu fuerza interna. Puede ser muy terapéutico si se practica desde el cuidado.
¿Cómo elegir el tuyo?
Mi consejo es: no te encasilles. Puedes probar distintos estilos y combinarlos según tu momento vital. Incluso en una misma semana, puede que un día te venga bien una práctica suave y otro día una más activa. Lo importante es que cada sesión sea un encuentro contigo, sin expectativas, con mucha escucha y presencia.
El yoga fuera de la esterilla
Una de las cosas que más me emociona del yoga es cómo trasciende la clase. Empiezas aplicando la respiración en momentos de tensión, te das cuenta de que ya no reaccionas igual ante una discusión o que te permites descansar sin culpa.
El yoga, como estilo de vida, te enseña a observar, a soltar exigencias, a cuidar tus límites. Es un camino de autoconocimiento que puedes complementar con el coaching o el eneagrama, herramientas que también uso en mi acompañamiento y que puedes conocer mejor en la web de Equilibrio Esencia.
Mi historia con el yoga: de la ansiedad a la escucha
Empecé a practicar yoga cuando sentía que el mundo iba demasiado rápido para mí, una época de estrés y conflicto. En esa etapa, vivía muy en la cabeza, con mil responsabilidades y una sensación de cansancio constante. El yoga me regaló pausas, me devolvió al cuerpo, me enseñó a sentir sin juicio.
Hoy, es uno de los pilares de mi vida. Y poder compartirlo con otras personas que están en proceso de reconectar con su bienestar es un regalo inmenso. Sé, porque lo he vivido, que el yoga transforma. Y me emociona cada vez que acompaño a alguien en ese proceso.
Respira, suelta y vuelve a ti: el poder del yoga frente al estrés
Si has llegado hasta aquí es porque, de alguna forma, intuyes que el yoga puede ayudarte. Y créeme, lo hace. No necesitas hacerlo perfecto, ni tener experiencia. Solo necesitas curiosidad, ganas de sentirte mejor y dar el primer paso.
El yoga no va de hacer más. Va de escucharte. Va a permitirte estar en paz contigo, incluso en medio del ruido. Te invito a probarlo desde la suavidad, desde el respeto a tu ritmo, desde esa parte de ti que desea sentirse bien.
Y si quieres que te acompañe en ese proceso, estaré encantada de hacerlo. Puedes escribirme cuando quieras a través de la página de contacto. Estoy aquí para ti.